Bolas doradas

El 8 marzo 2015  - Escrito por  Patrick Popescu-Pampu
El 8 marzo 2015  - Traducido por  Julio E. De Villegas, Jimena Royo-Letelier
Artículo original : Boules dorées Ver los comentarios
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¿Quiere saber cómo Marie Curie enseñó a los niños a fabricar fácilmente bolas doradas? Sígame.

Leyendo recientemente una biografía de Marie Curie escrita por Janine Trotereau [1], descubrí una insólita experiencia pedagógica. He aquí cómo André Langevin, hijo del físico Paul Langevin, relata sus primicias [2]:

El 30 de enero de 1907, Henriette Perrin había escrito a mi padre, que entonces se encontraba en la región del Midi:

[...] uno temería ser demasiado presuntuoso por exigir tanto al Destino deseándoles a estos niños que sean mejores y más inteligentes que sus padres, pero se puede esperar que tendrán -gracias a los esfuerzos hechos por estos- más felicidad, una vida más ampliamente agradable, victorias más fáciles, una más rápida y más feliz realización de las riquezas que llevan en sí.

Hemos elaborado el proyecto con la Sra. Curie —charlaremos de eso con usted a su regreso— de unir nuestros esfuerzos para hacer entre nosotros, con cursos que tendrán lugar en vuestra casa, en la nuestra, donde la Sra. Curie, toda la instrucción de nuestro grupo de niños. Se va a procurar organizar esto lo mejor posible, para el mayor beneficio intelectual y la mayor felicidad del pequeño grupo.

Pero ¿por qué imaginar así una enseñanza alternativa? Irène Joliot-Curie lo explicará más tarde de la siguiente manera [3] :

En lo que se refiere a nuestra educación, es bastante curioso que mi madre -que había sido el vivo ejemplo de la buena escolaridad— exitosa en todo, tuviera una gran desconfianza hacia la enseñanza dada en los liceos. Es necesario ver ahí tal vez en parte la influencia de mi padre, que había sido instruido por su familia y que no habría podido nunca ser un buen alumno normal, debido a que le gustaba trabajar en profundidad un tema determinado, pero que no podía pasar rápidamente de un tema a otro como uno está obligado a hacerlo en clases. Por otra parte, mi madre estimaba que en Francia el número de cursos y de tareas es demasiado grande y no deja suficiente tiempo para otras actividades, para el ejercicio físico, para el paseo.

¿Quién les enseñó a esos niños? Esto es lo que explica Janine Trotereau:

Alice Chavannes, cuyo marido Édouard es el mayor sinólogo del momento y que enseñará la historia a los niños, se encarga de las clases de geografía, de inglés y de alemán; Henriette Perrin de la literatura francesa. Jean Magrou el escultor, enseña dibujo y modelado, y Henri Mouton, biólogo e investigador en el Institut Pasteur, ciencias naturales. Paul Langevin da lecciones de matemáticas; Jean Perrin, futuro Premio Nobel, química — ’’¡él nos hace probar los ácidos!’’ exclama Irène Curie — y naturalmente, Marie Curie, física.


En este punto, uno podría creer que la razón de mi nota es proponer una comparación con los problemas actuales de la enseñanza. En absoluto: en lo que viene a continuación yo sólo he querido esbozar un marco para que la cita siguiente sea percibida en su contexto. Se trata de un extracto de las anotaciones tomadas por una de las alumnas de esas clases, Isabelle Chavannes, durante las lecciones de química:

Ahora vamos a hacer un muy lindo experimento. Aquí hay dos vasos. En uno hay agua y aceite: el aceite flota porque es menos denso que el agua. En el otro hay aceite y alcohol: el aceite está en el fondo porque es más denso que el alcohol. Debido a que el aceite nada sobre el agua y que se ahoga en el alcohol, se puede hacer una mezcla de agua y alcohol tal que el aceite no se ahogue ni flote. Ustedes verán que el aceite tomará entonces la forma de una bola y que eso será muy bonito.

Hay que tantear: si el aceite sube, es porque pusimos demasiada agua en nuestra mezcla. Si se hunde y va al fondo del vaso, es porque le pusimos demasiado alcohol.

Cada niño llega a formar una hermosa bola amarillo oro que se mantiene suspendida el medio del líquido. Todos los niños están encantados.

La idea de obtener tan fácilmente bolas doradas que parecen estar en ingravidez me maravilló. Instantáneamente sentí el deseo de hacer este experimento. Volví a ser un niño.

Aquí hay algunas fotos del resultado obtenido, con o sin flash:

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En el logo se encuentra una vista más detallada de la gran bola y de algunos de sus satélites.

Tuve la sorpresa de descubrir que sólo obtenía bolas bien redondas si ellas eran realmente pequeñas: mientras más grandes, eran más planas. Luego descubrí el fenómeno, pero en el momento me volví un niño: ¡no me lo esperaba!

Pero si esas bolas no son del todo redondas, ¿qué forma tienen? Para responder a esta pregunta se necesitarían matemáticas y física muy sofisticadas, que uno aprende sólo si decide hacer estudios superiores en uno de esos campos. Pero ¿qué puede empujar a un niños a elegir un día ir en esa dirección? Creo que es la costumbre de experiencias maravillosas como ésa.

Despertar así el asombro no sólo es indispensable para quienes enseñan a los niños. Creo profundamente que una persona no es receptiva sino cuando de alguna forma vuelve a ser un niño, y el asombro es fundamental para llevarla a ese estado de ánimo. Esto es muy amplio y se aplica también en Matemáticas.

Volvamos a nuestras bolas. Para obtener algunas realmente doradas, es necesario tener un aceite que lo sea mucho más que el que se tiene al alcance de la mano. Y proveerse también de un alcohol que no sea como el que -para mi sorpresa- hice fluir de la botella opaca comprada para este efecto... Seguramente voy a intentarlo más tarde. No pretendía ofrecer aquí imágenes impresionantes, sino apenas llamar la atención acerca de la importancia de provocar el encantamiento, para que aprender no sea una carga sino una necesidad.


Afortunadamente, las notas tomadas por Isabelle Chavannes durante las clases de física de Marie Curie fueron publicadas [4]. Me apresuré en obtener el libro, que devoré. ¡Ah! es tan fácil comprender cómo el agua llega al grifo ¿o fabricar bombas? No puedo sino estar de acuerdo con la conclusión del prefacio de Yves Quéré :

[...] estas páginas exhalan un perfume de asombrosa frescura, como si esos niños hubieran sido los primeros en recibir una enseñanza de ese estilo; como si su alegría de aprender fuera contemporánea a las primeras mañanas de la aventura humana; y como si -en su extrema singularidad- ellos simbolizaran a todos los niños del mundo, incansables preguntadores de una naturaleza que -siguiendo la intuición poética de Novalis- realmente no sabría descubrirse sino a ellos.

Gracias a Rémi Langevin, geómetra de la Université de Dijon, por su rol en revelar esas notas, un rol que él resumió así [5]:

Un día mi abuelo decidió clasificar lo que había en su bodega, y en especial un baúl con papeles que pertenecían a su hermana, Isabelle Chavannes. Yo me encargué de colocar en la caldera lo que él deseaba quemar. Durante esa operación, me llamó la atención el contenido de un archivador negro: ahí estaban las notas tomadas por Isabelle durante sus clases de física elemental dadas por Marie Curie. Mi abuelo me regaló el archivador y las notas.

Notas

[1Fue publicada por Gallimard en 2011, en la colección Folio biographies. Las citas a continuación fueron extraidas de ahí, con excepción de las dos últimas.

[2En «Paul Langevin, mon père. L’homme et l’œuvre.». Este libro fue publicado por Editeurs français réunis, en 1971.

[3En «Marie Curie, mi madre» publicada en Europe12, diciembre de 1954, 89-121.

[4Fueron publicadas en 2003 por ediciones EDP Sciences, bajo el título «Leçons de Marie Curie. Recueillies par Isabelle Chavannes en 1907.» El lector curioso por saber más de este libro podrá leer este artículo publicado en Libération.

[5Vea la página 10 del libro publicado por EDP Sciences.

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Para citar este artículo:

Julio E. De Villegas, Jimena Royo-Letelier — «Bolas doradas» — Images des Mathématiques, CNRS, 2015

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